Ignacio Tovar (Castilleja de la Cuesta, 1947), miembro privilegiado de la generación que supo romper con los esquemas de la tradición tan arraigados en la ciudad de Sevilla.

Su pintura ha sabido evolucionar con total acierto desde una sutil abstracción, influenciado por los americanos, con Rothko a la cabeza, pasando por sus particulares referencias de índole diversa -el manto de la Macarena, la Virgen del Rocío, la cabellera de mujer, la montaña o las flechas prehistóricas- hasta desembocar en unos esquemas plásticos vibrantes donde se siente la voz inquietante del artista.

Su obra plantea, con gran economía de medios, los muchos argumentos de una estética colorista, vibrante, equilibrada y llena de contención plástica y estética.

Su pintura nos envuelve con un ritmo pausado, fluye acompasadamente y deja un regusto de verdad artística.

Se trata de un artista que, con la referencia de los pintores sevillanos que le precedieron en la renovación de posturas y con los que compartió mucha filosofía artística, supo evolucionar y plantear sucesivos procesos todos llenos de la más profunda enjundia plástica.

Tomando como referencia una figura geométrica, Tovar va desplegando el repertorio de variables visuales, sorprendiendo siluetas del color convertido en plano a contraluz.

En este caso, como en el de Delgado, se aprecia el juego posvanguardista de forzar la unión de opuestos: límite-ilimitado, fondo-figura, expresión-cálculo, atmósfera-plano, unicidad-seriación...