6 obras del autor: Rizi de Guevara - (Fray Juan Andrés Rizi)

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Apunte Biográfico

Fray Juan Andrés Ricci de Guevara (Madrid, 1600-Montecassino, 1681) fue un monje benedictino, pintor y tratadista barroco español.

Su padre, Antonio Ricci, natural de Ancona, llegó a España en 1586 para trabajar en la decoración del Monasterio de El Escorial bajo las órdenes de Federico Zuccaro. Despedido el maestro pocos meses más tarde, Antonio decidió permanecer en España, donde contrajo matrimonio en 1588, en la iglesia de San Ginés de Madrid, con Catalina de Chaves o de Guevara, huérfana de un dorador de la corte. Instalado en Madrid, abrió taller de pintura dedicado a la confección de retablos, la imitación de obras de los Bassano y los retratos, en los que demostró especial habilidad llegando a ser retratista de Felipe IV príncipe. En Madrid nacerían sus once hijos, bautizados en la parroquia de San Sebastián, Juan el 28 de diciembre de 1600 y el menor, Francisco, quien también sería pintor, en 1614.

Juan probablemente inició su aprendizaje como pintor con su padre, aunque se ha dicho que frecuentó también el taller de Juan Bautista Maíno, lo que en opinión de Pérez Sánchez desmiente su obra, de un tenebrismo estricto aplicado con pincelada ligera que, en ocasiones, parece dejar las obras inacabadas. Problemática es también su formación cultural en el sentido más amplio, incluyendo el aprendizaje del latín, requisito necesario para ingresar en la orden benedictina. La relación con el círculo de intelectuales italianos residentes en la corte, con el que su padre, promotor de la Academia de San Lucas de Madrid junto con Vicente Carducho en 1606, mantenía el contacto, pudo servir de acicate para su temprana vocación intelectual. Algunos de los postulados teóricos que expondrá en sus obras posteriores, como los argumentos teológicos para justificar el arte de la pintura, su carácter liberal o la primacía del dibujo como unificador de las artes, con sus subalternadas, la geometría y la anatomía, se encuentran de forma semejante en los programas académicos y en los escritos de Carducho.

En todo caso, la participación de Juan en la Academia de pintores que se reunía en el convento madrileño de Nuestra Señora de la Victoria, está acreditada por un incidente ocurrido en 1622 que pudo suponer el fin de la propia Academia. En ese año algunos pintores revocaron los poderes que anteriormente habían otorgado para dichas reuniones a Vicente Carducho, Eugenio Cajés, Bartolomé González, Santiago Morán y otros. Entre quienes derogaban el consentimiento, todos ellos «maestros de la pintura residentes en esta Corte», con Pompeyo Leoni (hijo), Juan de la Corte o Pedro Núñez del Valle, firmaba «Juan Andrés Rizi», siendo esta la primera noticia documental, tras la partida de bautismo, que de él se tiene y en la que se le encuentra actuando ya como pintor independiente.

Nada se sabe de sus primeros años excepto que con dieciséis, dando ya muestras de su piedad, escribió un pequeño tratado sobre la Concepción de María que envió al Papa Pablo V, según referirá él mismo años más tarde. En 1622, como se ha dicho, trabajaba ya en Madrid como pintor independiente. Palomino alude a dos trabajos hechos «antes de entrar en Religión»: pinturas para los trinitarios calzados y mercedarios calzados de Madrid. Se conoce, en efecto, el contrato para las obras de este último, firmado el nueve de enero 1625, diciéndose mayor de veinticinco años. Por él se comprometía a pintar en lienzos la historia de la pasión de Cristo «y otros sanctos», así como los «blancos de la pared» y la bóveda de la sacristía con grutescos, conforme a una traza que debía presentar previamente.

El 7 de diciembre de 1627 ingresó en la orden benedictina en el Monasterio de Montserrat, donde profesó un año después. Hizo sus estudios eclesiásticos en el Monasterio de Irache y en el Colegio de san Vicente, en Salamanca. Antonio Palomino cuenta que al no tener el tercio de la pensión anual de 100 ducados necesario para ser aceptado en el Colegio de Salamanca, pintó un Crucifijo en dos días por el que le dieron más del dinero necesario para ser admitido.

Hacia 1637, establecido de nuevo en Montserrat, se le cita pintando la capilla de san Bernardo de ese monasterio. De carácter enérgico, debió de salir de Montserrat en 1640, algo antes de que en febrero de 1641 lo hicieran los restantes monjes castellanos. Siempre mostró cariño por su antigua abadía y firmaba sus obras como "hijo de Montserrat". Tras la llegada a Madrid de los monjes montserratinos él mismo se trasladó a la corte para ser maestro del príncipe Baltasar Carlos. No dudó en oponerse al nombramiento por el rey del abad del nuevo monasterio de Montserrat de Madrid, por ser contrario a la constituciones de la orden, sin que le importase perder el puesto palaciego, lo que determinaría su inmediata salida de Madrid. Durante esta etapa en la corte pintó una serie de cuadros dedicados a la Vida de san Benito para el monasterio de San Martín, instalados en el claustro, y el Castillo de Emaús para el refectorio. Dispersa tras la desamortización, parece probable que a ella perteneciesen las dos escenas de la vida de san Benito conservadas en la actual parroquia de San Martín de Madrid, (San Benito y el bárbaro Galla, San Benito y el milagro de la hoz), con La cena de san Benito y San Benito y los ídolos del Museo del Prado. La misma procedencia, aunque por su tamaño no pudiese figurar en el claustro, podría tener la gran Misa de San Benito de la Academia de San Fernando, su obra más ambiciosa.

El 1 de febrero de 1642 fue nombrado confesor del Monasterio de Santo Domingo de Silos, donde se conservan dos pinturas de la vida de santo Domingo, restos de una serie mayor. Tras un incidente con el boticario del pueblo fue enviado al priorato de San Frutos en Duratón. En 1645 estaba de nuevo en Silos, de donde fue llamado por el abad de San Juan de Burgos para pintar una serie de cuadros para el claustro, una Sagrada Familia, diversos episodios de la Vida de la Virgen, el Bautismo del Señor, San Juan en la cárcel y una Degollación de San Juan, obras todas ellas perdidas. Entre 1649 y 1653 pasó unos meses en el Monasterio de San Pedro de Cardeña, donde pintó un cuadro no conservado del Cid por encargo de su abad Juan Agüero, volviendo luego a Silos.

Hacia 1653 era abad de Medina del Campo, cargo que desempeñaría por un breve espacio de tiempo, pues el mismo año fue llamado a terminar las pinturas del claustro alto de San Millán de la Cogolla. Aquí pintó también el retablo mayor del Monasterio de San Millán de Yuso, representando a san Millán a caballo en la Batalla de Hacinas, socorriendo a los cristianos, y las restantes pinturas del mismo, así como las correspondientes a los retablos de san Benito y san Miguel Florentino y de las Órdenes militares y una serie de retratos imaginarios de reyes protectores del monasterio, conservados in situ. Entre 1656 y 1659 volvió a San Juan de Burgos, donde se encargó de pintar seis cuadros de santos para el trascoro de la Catedral de Burgos, considerados entre lo más característico de su producción, y algunos otros perdidos para el monasterio de Sopetrán.

Aunque el grueso de su producción está constituido por las series de escenas religiosas, principalmente relacionadas con santos de la orden benedictina, fue también un estimable retratista, apreciándose en este orden la influencia de Velázquez, como se pone de manifiesto en el retrato de Don Tiburcio de Redín y Cruzat del Museo del Prado y en el de Fray Alonso de San Vítores del Museo de Burgos, compuesto con una exquisita gama de colores tostados y cálidos.

En 1662 se trasladó a Roma y años después a la abadía de Montecassino, donde falleció en 1681. El traslado a Roma, según contó el mismo en su autobiografía, lo realizó «para ver si podía hacer definir el misterio de la Inmaculada Concepción». Palomino cuenta que admirado el Papa por dos apostolados que hizo en Italia le concedió muchas honras, afirmándose que se le habría llegado a ofrecer un obispado, pero nada de lo que hubiese podido pintar en Italia se ha conservado.

Escribió allí varias obras de teología, geometría, arquitectura y pintura, que se conservan en los archivos de la Abadía de Montecassino, todos ellos acompañados de hermosos dibujos a pluma; tres de ellos son Comentarios sobre la Sagrada Escritura, que abarcan desde el Génesis hasta el Eclesiástico, dos tratan sobre teología dogmática y moral.

Fue escrito por Ricci por encargo de Teresa Sarmiento de la Cerda, duquesa de Béjar, a quien había impartido clases de dibujo y pintura en fecha indeterminada. Contiene un Epítome de Geometría, un breve tratado de perspectiva y arquitectura y otro inconcluso de anatomía. Intercala dibujos con el texto, así como una explicación en las láminas de anatomía. Incluye siempre un pequeño glosario de las palabras que emplea en el texto. Usa los idiomas griego, hebreo, francés, italiano, alemán, además de español.

(Información obtenida de Wikipedia)